Hace algunos días reseñaba los obstáculos a los que suelen enfrentarse los emprendedores en un momento clave del emprendimiento, cuando hay que lanzarse al agua y pasar de las ideas a la ejecución. Al examinar dichos obstáculos me di cuenta de que todos –en mayor o menor medida- pueden llegar a superarse bajo un mismo aspecto: la actitud.
Y es que la actitud hace parte del mundo de los negocios, de las startups y de la vida misma. ¿Cuántas veces no elogiamos al que pierde porque lo dio todo de sí? O ¿cuántas veces no destacamos que aunque no lo logró llegó al final “con las botas puestas”? De actitud pueda que no se gane, pero qué importante es cuando se tiene.
La voluntad, el miedo al fracaso, la desconfianza en ti mismo, incluso conseguir el capital inicial o enfrentarse a dificultades administrativas para crear una startup, son obstáculos que se pueden suprimir o hacerlos más amables con la actitud emprendedora.
Pero, ¿qué es la actitud emprendedora?
Es no aceptar el status quo. Es una actitud de querer cambiar las cosas. Es tener un espíritu de explorador. Es una manera de ver el mundo. Es una manera de no quedarse en la queja fácil. Es preguntarse ¿cómo podría ser mejor? Es la voluntad de construir tu propio proyecto. Es el espíritu del niño que nunca quiso renunciar a que sus sueños se pudieran hacer realidad.
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